14.6.21

Bodega Crusoe Treasure; primera bodega submarina del mundo que está en la Costa de Vizcaya.


Una escapada diferente al País Vasco incluye conocer la bodega pionera Crusoe Treasure, situada a unos 20 metros de profundidad del fondo marino de la bahía de Plentzia.


El equipo de enólogos con los que cuenta, se encarga de explorar el territorio en busca de los viñedos más singulares para crear, en su laboratorio, vinos especiales que reflejan al máximo la influencia del mar.


La escapada ofrece la posibilidad de vivir una experiencia de enoturismo distinta ya que, personas del equipo fundador de Bodega Crusoe Treasure, relatan con pasión la historia del proyecto, y nos permite catar sus vinos submarinos, compararlos con los mismos vinos envejecidos en bodega, o recorrer el espectacular paisaje de la Bahía de Plentzia a bordo del barco Crusoe Treasure.


Borja Saracho, su director general, comenta que el proyecto nació casi como un experimento. «Estuvimos dos años sumergiendo vinos de otras bodegas, y organizábamos catas a ciegas con enólogos. Les dábamos a probar el vino que habíamos sumergido y su versión tradicional sin sumergir, y , en el 90 por ciento de los casos, elegían el que había estado bajo el agua».


Probamos en tres sitios diferentes y al final elegimos Plentzia, donde confluyen las aguas de la ría y del Cantábrico. Al principio no entendían qué era eso de meter unas estructuras de cemento dentro del mar para investigar vino… nos trataban de locos. Pedimos un permiso al Ministerio de Fomento, y nos dieron una concesión del fondo marino de 500 metros cuadrados. Somos los primeros en el mundo en contar con un registro sanitario y con una concesión de fondo marino legal”, explica Borja.


Ahora elaboran sus propios vinos y los meten en el fondo marino en una especie de jaulas, donde pasan entre un año y 15 meses. Explica que, debido al oleaje, los cambios de presión submarina y las mareas, modifican el aroma, el sabor, y la textura del vino.


Una de sus creaciones, el vino tinto Sea Soul nº4, llama la atención por su color, de un tono azulado y, lo segundo, su sabor sedoso que, según cuenta, evoluciona con el paso de las horas. «Puedes probarlo en varios días diferentes y nunca sabrá igual», recalca Saracho.


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