La Necrópolis de Argiñeta, tanto por el número y calidad de sus elementos como por la remota cronología de alguno de ellos (siglos VII-IX), es uno de los monumentos funerarios más importantes de Euskadi.
Esta necrópolis, compuesta por una veintena de sepulcros y cinco estelas, está situada frente a la Ermita de San Adrián, en las afueras de Elorrio. Los monumentos fueron construidos en la Alta Edad Media para ser utilizados en las necrópolis de los distintos barrios del entorno (Mendraka, Miota, Berrio). Pero, en el siglo XIX, se agruparon en la ubicación actual. Tanto los sepulcros como las estelas funerarias, fueron erigidos con piedra arenisca procedente de las canteras del monte Oiz.
Cuenta la historia de la Necrópolis de Argiñeta que posiblemente un párroco de Elorrio se dedicó a recuperar los sarcófagos de diferentes monasterios e iglesias de distintas poblaciones cercanas debido a su mal cuidado y expolio. Al depositar estas tumbas en este paraje por gentes del lugar, no se preocuparon mucho de cuidarlas durante su traslado.
Tras varios días de este suceso, el párroco empieza a tener unos sueños extraños donde dos abadesas le mostraban un sepulcro doble medio abierto, mojándose los huesos por culpa de la lluvia tan típica de la zona. Este sueño se repetía cada vez más. Por lo que, una noche lluviosa, decide dirigirse a la Ermita de San Adrían. Con la luz del candil que llevaba decide examinar las tumbas, muchas de ellas mal colocadas y mal cerradas. Poco a poco va cerrando las tumbas hasta que le toca el turno al sepulcro doble que aparecía en su sueño. El párroco puede ver a la luz de su candil que son los restos óseos de dos abadesas. Y en ese mismo instante, siente un leve perfume a rosas y divisa la silueta de dos mujeres con hábitos que lo están observando; el párroco huye del lugar a toda prisa.
Al día siguiente, vuelve a sentir ese leve perfume a rosas y entiende que debe regresar a la Necrópolis de Argiñeta para acabar el trabajo. Por lo que se dirige tal y como había hecho la noche anterior a la Iglesia de San Adrián. Cuando se dispone a tapar la doble sepultura percibe un extraño olor a rosas, en ese preciso instante, ve de nuevo la imagen de dos mujeres vestidas de abadesas. El párroco consigue cerrar la tapa del doble sepulcro y cuando vuelve a alzar la vista, las dos siluetas han desaparecido. Es entonces cuando percibe una gran paz en su alma y en el entorno.
Sabía que desde ese momento las hermanas Dalda y Trigilda podían descansar en paz. Y esta es la Leyenda de la Tumba de las dos Hermanas.
Respecto a este doble sepulcro, cuentan que corresponde a las hijas del Conde de Castilla Sancho García, fundador del Monasterio de Oña sobre el año 1.000. Dalda y Trigilda, ingresaron como Abadesas en alguno de los cenobios de la zona para dedicar su vida a la oración y, al fallecer, fueron enterradas en un sepulcro doble.
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