28.1.21

Jorge Blanco Cortés es el autor de una serie de imágenes de viejos negocios de A Coruña que se hicieron virales vía WhatsApp.


El pasado fin de semana los dibujos volaron vía WhatsApp. Son unas preciosas imágenes de fachadas de comercios de siempre, la mayoría de ellos desaparecidos. De esas tiendas que nos transportan a otras épocas y que sirven para recordar momentos vividos. Saldos Arias, La poesía, El barato mercantil, Aniceto, Barros, Librería Colón, El arca de Noé, Malde, Gala, Tobaris, Freijido... Así hasta 33 preciosos dibujos de locales coruñeses de toda la vida. 


¿Quién es el autor? Pues un caricaturista aficionado, aunque con muchos años de experiencia, que se declara «enamorado de A Coruña y del comercio. Mi abuelo tuvo la Camisería Inglesa en la calle Reâl y mi padre la Camisería Roma en rúa Nueva», apunta Jorge Blanco Cortés, de 62 años. Trabaja en una empresa que presta servicios socioeducativos a jóvenes y mayores, a los que ofrecen actividades de ocio, tiempo libre y formación. Pero su pasión es el dibujo. «Soy autodidacta. Ya de pequeño hacía caricaturas de los profesores. Algunas veces me llamaron para bodas, cumpleaños o fiestas de jubilación, por ejemplo, para hacer dibujos en directo. También me hacen encargos. Pero lo de este fin de semana con las tiendas fue un poco locura», reconoce. 


Armado con rotulador, lápiz de colores y marcador de acrílico, consigue transportar al pasado a miles de coruñeses. Escogió un formato de desplegable para inmortalizar 33 tiendas, algunas todavía abiertas, como Droguería Villar, La casa de las zapatillas, o la de objetos religiosos que está enfrente del templo de San Nicolás. «Tengo otros tantos comercios en cartera, pero ahora estoy empezando con los cines y después haré una serie de cafeterías y bares. Me gusta recordar la ciudad de mi juventud, de finales de los sesenta, los setenta y algo los ochenta. Entre lo que encuentro en Internet y lo que guardo en mi memoria voy dibujando», explica Jorge, el autor del desplegable que en las últimas horas viajó de mensaje en mensaje. «Es una pena que no haya una legislación para proteger este tipo de negocios», sentencia este hombre que aprovechó el confinamiento para completar la colección.





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